miércoles, 7 de diciembre de 2011

Rafael de Paula

Con compás, con soniquete. Con la magia y con el duende. Con la esencia y efeméride de un capote azul que vuela sobre un cielo circular que se torna incandescente. Calle Cantarería; ilumíname, se mi guía. Barrio de santiago; que derrochas poesía. Jerez de la Frontera; tierra de gañanía. Rafael de Paula, tú eres, genio de la torería. Arte que emana de las muñecas de un torero cuyos lances y muletazos susurran al oído de un Dios que es gitano. Un relieve cóncavo ensombrece el redondel por los vuelos de un percal de vueltas azules. Como un río que fluye, por naturales, su muleta descansa en un apacible velero que se precipita en un cambio de mano por una catarata. Un trincherazo por bulería y un ayudado por soleá. Así es Rafael de Paula y así su forma de andar. Camina erguido, muestra su simpleza y su naturalidad ataviada de profundidad. De oro, la luminosidad y creación del día. De plata, la apoteosis de un atardecer. De azabache, la frescura y belleza de la noche. La neblina que provoca mi ceguera abnegación para decir con honra, que Paula es mi matador. Mi torero. Mi estandarte. Mi ídolo e inspiración del pan de cada día que llena mi corazón.

                                                                      Álvaro Gil

domingo, 20 de noviembre de 2011

LA MIRADA DEL ARTE

La mirada del arte es una mirada especial, transgresora, inquieta, profunda y a la vez cercana. Es como la mirada de un niño. Es pura, es simple, es fácil y sencilla, graciosa. La curiosidad por conocer un mundo que está fuera del escaparate, al margen de las masas, al otro lado del río. Ese río lo custodia un barquero, el puente esta derruido y la única manera de cruzarlo es el arte. El arte de tirarse al río y no ahogarse, o de cruzar con una barca y que no se hunda, de que no te arrastre la corriente hacia un estanque en el cual se depositan todos aquellos que no sienten que hay un más allá. A la misma vez, el arte es una burbuja. Todo aquel que no lo comprenda no puede acceder a ella. Se respira diferente. Se piensa distinto. Se vive al límite. El tiempo se pasa rápido. La vida parece un minuto.  Lo superficial se desvanece en el arte. Se trata de una herida bastante honda de la que emana sangre, de la que brota hambre de sentir, de saber, de conocer. Se está expuesto a todo. Las dificultades se superan continuamente, los logros se evaporan en cuanto se consiguen a la espera del siguiente. Es una búsqueda constante; esa incomprensión de la mayoría o ese rechazo del “no artista” se repiten continuamente. El arte te brinda la oportunidad de no creerte nadie porque sabes lo ignorante que eres. Como decía Sócrates, la virtud reside en el conocimiento y a este se llega solamente siendo consciente de nuestra ignorancia. Admitiendo que somos unos ignorantes seremos capaces de aprender más cosas. El lenguaje de los artistas es un lenguaje no hablado, se siente, se percibe y solo a ráfagas se puede articular palabra o recibirla. Un artista admira cuanto ve, imagina mil posibilidades a través de un solo gesto o de una circunstancia aislada. Un artista se sonríe ante los problemas comunes y llora ante los sueños. Son inquilinos del mundo, a veces tan pequeño, otras tan grande.

                                                                                            Álvaro Gil

jueves, 3 de noviembre de 2011

MORANTE



Un torero consagrado a las Musas habita en el liceo de la tauromaquia. La unidad en la diversidad subsiste entre la locura aparente y la cordura intrínseca. El valor como telón de fondo propicia cercanías que se evaden por el arte. Es pellizco y maestría, es escuchar la música, bailar con el toro, pintar un esbozo en diez minutos con unos pocos trazos que resultan finitos en la realidad material pero eternos en el espíritu. Despliega un capote de altos vuelos que envuelven con mimo al burel en plenitud temperamental y de virgen condición. A veces estático, a veces dinámico, rememora con honra el pasado, lo hace suyo, se lo atribuye y lo comparte. La virtud abraza al talento, bien por exceso, bien por defecto. El olvido se apodera de lo trágico y el azar brinda con el destino en una copa vacía que rebosa inesperadamente como agua de un seco pozo que brota cual milagro. Culmina una faena irrepetible, efímera y de soberbia creación. Una multiplicidad de emociones y sentimientos abarrotan y desgarran, atraviesan y se escapan libres por la naturaleza por ser ésta el origen del caudal de sus muñecas.
                        
                                                                            ÁLVARO GIL DE LA CALLE

lunes, 12 de septiembre de 2011

CAGANCHO


Caballo lusitano negro cuatralbo, de crines adornadas con lazos blancos. Valiente y poderoso, de nombre Cagancho, que el público espera con gran entusiasmo. A dos pistas, de costado, llevando al toro hilvanado, embistiendo por abajo, con la cola,  trincherazo. Con el cuerpo cita tierra a tierra y un relincho por voz. Cuartea cual banderillero a la espera de que su jinete, el centauro Pablo Hermoso, clave en el morrillo, desplante con primor y reciba la ovación. En torero, guiña las orejas trasmitiendo a un tendido que observa la gallardía del corcel. Del olvido al recuerdo, del recuerdo al triunfo, del triunfo, al descanso de un caballo que es espanto. Con sus patas blancas como si fueran medias en una corrida goyesca y su terno azabache responde a la llamada de su corazón torero. Desde el paseíllo a la muerte del toro, ni un solo pestañeo, ni una coz, ni un recelo. Ni un mal gesto ni un desvelo. Es un caballo torero. De arte, de gitanería, como su nombre claudica. De bronce, en mi memoria, mitifica esta historia en un futuro cercano, sus vástagos le están honrando por plazas de todo el mundo. Desde América a Madrid. Desde Sevilla a Ronda. Desde Francia a Navarra y de Navarra a la gloria.

sábado, 27 de agosto de 2011

LUIS DE PAULOBA


De capote, a la verónica. Sin probaturas. Tal cual sale el toro, Pauloba le enjareta un ramillete de lances de cartel. Y media a pies juntos. Arza. Con la muleta, largura, hondura y profundidad. El temple, la suavidad y el empaque, por descontado. Y cambio de mano. Toma que toma. Tanda al natural y de pecho hasta la hombrera contraria acompañando con la cintura. Ahora, con la diestra; trincherazo de rabia y miel. Y a meter al toro para las tablas, en torero. Ayudado por alto, ah no: Por bajo. Y trincherilla. Cambio de mano. De izquierda a derecha y de derecha a izquierda se dice viceversa. Que armonía. Que destreza. El estaquillador va de una mano a otra como si fuera un juguete. Toro y torero se convierten en una dualidad inverosímil de plenitud garbosa. Inseparables sólo por el revoloteo de una muleta de mando y un capote de ensueño. Capote que engancha delante la embestida cogida con las yemas de los dedos de un cuerpo que no sabe que es físico, pues cree que es su alma la que torea. La luminosidad de colores rosa, amarillo y negro unidos al brillo del traje de luces evocan la mágica melodía mística de selecta tauromaquia. Son instantes eternos que se gravan en la retina. Son alambres que se agarran a unas muñecas rotas quebradas por la torería. Es la simbiosis entre toro y torero enmarcados en una cúpula efervescente. Perfume de Aznalcóllar  cuyo aroma perdura en los oles del aficionado más cabal.

Desdibujada, la esclavina de un capote se asoma al balconcillo para cantar una saeta. Se trata de una obra de sentimiento rematada por una media. Es una tarde de exquisito paladar y de sabor añejo. De toreo puro, de tangos o tientos. Es una tarde de compás, de marcar el tiempo, de olvidar el cuerpo, de buscar al dueño del toreo bueno. De saber que el frío una vez fue fuego. De pitón a rabo, el pase de pecho. Plantas asentadas, corazón abierto. Palmas al talento, hilo, aguja y miedo. Desplante torero. Arte y desenfreno. Un cambio de mano desata la locura toreadora del torero del Aznalcóllar que absorto, encumbra un ágape delicioso en pos de la tauromaquia. Cornalón severo. Sangre, ira y fuego. Honor; Es torero. De noche, pasa una estrella fugaz y pido un deseo. La luna contempla atónita una faena que estremece y, a lágrima viva, un solo espectador se proclama receptor del arte del toreo. Desalojo el tren que me lleva a buen puerto y me embarco hacia el triángulo de las bermudas tauromágico para presenciar la hecatombe y la marejada a través de una ola de color rosa con la espuma amarilla que acompaña con mando a un barco negro que tiene por marinero la bravura y se hace eco en el recuerdo de una tarde en la que tiemblo ante un figura del toreo.

                                                                                      Álvaro Gil

Jose Monje debuta con picadores el 28 de agosto en el Puerto de Santa María



El novillero jerezano Jose Monje Plata debuta con picadores el día 28 de agosto en el Puerto de Santa María. Su nombre nos recuerda al cantaor flamenco Jose Monje Cruz “Camarón de la Isla”. A Jose Monje, el torero, le corre por las venas la gitanería y el soniquete de jerez. De ahí su forma de entender el toreo. De ahí el compás y el aire de sus lances. Es un torero de arte. Artista. Es un torero puro. Profundo. Es un torero que trasmite. Te pone la carne de gallina y te hace soñar y recordar ese instante tan sublime y tan embriagador por largo tiempo. Es como si al torear entrase en trance y te invitase a pasar a su burbuja para contemplar su faena desde el interior. Su toreo se caracteriza por la largura de sus muletazos, por las trincherillas, por los trincherazos, por los remates con gusto, por la inspiración, por el garbo. La improvisación forma parte de su completa tauromaquia. Mientras más a gusto esté, más inspirado y mientras más inspirado, mayor creación. Al natural deja volar su franela cual cigüeña en busca de su nido. Con las yemas de los dedos acaricia su estaquillador y traza con las muñecas y con el corazón su obra maestra. Los pases de pecho son caso aparte. Acompaña la embestida hasta el cielo para después volver a la tierra a desplantar. Es un torero a tener en cuenta por la gran proyección que atesora y la evolución tan consolidada que ha llevado a cabo en tan corto espacio de tiempo situándose como la próxima revelación en el mundo de la tauromaquia. Un pasito más. El debut con caballos. Suerte.

ALEGRÍAS A JOSE MONJE

En jerez de la frontera
ha nacido un torero
ay en jerez de la frontera
cuando torea en su tierra
garbo y arte, se pelean
que cuando torea en su tierra
garbo y arte, se pelean.

Jose Monje Plata
por naturales
trasmite toreria
ay a raudales
ay a raudales mare,
ay a raudales
trasmite toreria
por naturales

Acariciando el albero
tu muleta volandera
va acariciando el albero
va tejiendo naturales
al toro que esta embistiendo
que va tejiendo naturales
al toro que esta embistiendo

Jose Monje Plata
por naturales
trasmite toreria
ay a raudales
ay a raudales mare,
ay a raudales
trasmite toreria
por naturales.

                                                 Alvaro Gil

martes, 23 de agosto de 2011

Morante en Bilbao


Se escucha el cacareo de un gallo que revolotea en el comienzo de faena y en los remates del torero de la Puebla. No se si es Morante el que busca la perfección o es la perfección la que busca a Morante. Quizás la perfección quiere alcanzarlo pero no puede, por eso, sus lances, su media, sus naturales o sus derechazos son profundos a la vez que espontáneos, sólidos al mismo tiempo que frágiles; son auténticos pétalos de hojas verdes que caen en primavera y no en otoño. Caen en primavera porque es la estación más floreciente y creadora. Es la estación donde nace la vida en la naturaleza. Así es su toreo. Natural. Es muy difícil crear algo natural que resulte sobrecogedor por el pellizco de un artista que lleva consigo el rótulo de figurón del toreo y lo demuestra año tras año. Morante de la Puebla hace lo que ama. Lo que para algunos son problemas para él son lecciones. Si no, ¿cómo creen ustedes que puede comenzar la faena de muleta de esa forma mientras el tendido y el toro protestaban al unísono brevemente? El Maestro sabía que el de Cuvillo tenía oro en su interior, sólo había que escarbar un poco en sus adentros y recoger esas pepitas de oro que relucirían a mediados de faena. Morante se encuentra en plenitud. Un torero que de la cuna fue a parar al ruedo y del ruedo al triunfo. No ya al triunfo hacia el exterior, ni al reconocimiento más que ganado, sino al triunfo interior, al triunfo artístico. Este torero libera, alivia, distrae, desbarata. Derrocha serenidad. Descubre parajes de extrema belleza. Pone el alma cuando torea, y por este motivo su andadura está abocada al éxito. Me gusta como sale de la cara del toro desplantando con humildad y como recibe una gran ovación sin darle la mano al tremendismo. Me gusta como cita al toro sin vociferar como si el redondel fuese un patio de vecinos o un partido de fútbol. Me gusta como se tira a matar de verdad cuando sabe que merece la pena porque la faena ha estado a la altura de un gran estoconazo. Me gusta ver como el presidente saca los dos pañuelos blancos a la vez igual que Morante maneja el capote acariciando al toro por verónicas echando el percal al mismísimo hocico del cornúpeto. Me gusta la manera tan pura de colocarse delante de la cara del toro. En definitiva, me gusta el toreo antiguo y me gusta el toreo nuevo. Pero me gusta más ver como lo antiguo hoy resulta algo novedoso porque nadie es capaz de realizar una faena de este calibre por mucho que les cueste admitirlo a unos pocos infelices que sólo aprecian lo que ven cuando el de al lado se lo cuenta, habiéndolo tenido delante desde hace mucho tiempo. Larga vida al rey de la tauromaquia que en su trono mira a sus súbditos con clemencia, sencillez, toreo y amor.

miércoles, 17 de agosto de 2011

JOSE MARI MANZANARES

A la fuerza, fragilidad. A la potencia, cadencia. Vuelos de finas hierbas a un toro que esquiva un capote que perdura. Pinturería canastera de un mimbre entre varetas, de una lumbre en primavera, del manantial que abreva la corriente de un río de pulcritud torera. La escena, borrosa, casi desvanecida en un horizonte de sol, gracia y vida. Crece cual arbusto salvaje en un clima seco. A parte, lejos de la masa, en la otra orilla, de repente un ole arrecia como viento de levante. Un ole de una garganta que recuerda a Fernanda por soleá. Paladean cucarachas escondidas en la boca de riego la faena soñada de un torero que acompaña con el cuerpo, que trasmite al firmamento sus secuelas y tormentos con casta y toreo bueno. Con sonrisas, sin lamentos. Llorar, no se si de pena o de alegría. La armonía, esa que convence a todos sin excepción. El sentimiento, ese que no atiende a nadie más que a los gitanos. Lo primitivo. Con herramientas primarias como la madera o como una tela. El almíbar, eso que endulza la vida. Hay que pasar mucha sed para poder beber de esa fuente. Para asimilar ese cáliz que concede la vida eterna a quien lo bebe. Para alcanzar esa tierra prometida y esa suavidad en los toques, que vanguardia, que derroche, que espejismo en la noche. Que de luz tras el túnel hacia el paraíso del campo. Que de flores. Que colores. Que simbiosis entre toro y torero. Jose Mari Manzanares, educadamente le abre las puertas de su casa, para después conversar largo y tendido, sin prisa pero sin pausa, despacio que no lento, ligando palabras cual muletazos fueren, con absoluta certeza y colaboración, para después despedirlo con la misma autenticidad, hasta mañana “Arrojado”, ya nos vemos por el campo, allí recordaremos juntos las hazañas del pasado, esa tarde que fue espanto. A hombros, volandero, hasta el hotel, prisionero. Jose Mari Manzanares sobre el gran Bores Otero, sólo hay uno, no es roneo, es el arte de estar lejos y vivirlo por entero, es querer ser costalero, de un figura del toreo que es canela y es jazmín, que es sirena en abril, canto del alabardero, cite con mimo y fuego en las yemas de los dedos. Es enjundia por entero, albacea de mi recuerdo. Es la lluvia de pañuelos planeando en el albero. Enhorabuena torero.


                                                                ALVARO GIL

miércoles, 3 de agosto de 2011

José Tomás

La quietud. El valor. Ni un solo titubeo a la hora de citar al toro y esperar su llegada clavado firme en el suelo. La honradez y la vergüenza torera por encima de todo. Asumir que los toros bravos dan cornadas es obvio, pero recibirlas a sabiendas de que esa es una de las dificultades de esta profesión y reponerse de ellas, está a más de un paso. Del elogio y la admiración hacia toreros míticos, a crear escuela entre los jóvenes novilleros. José Tomás es un ejemplo de discreción. No le hace falta salir en la prensa ni en la televisión para llenar las plazas. No necesita de ninguna ganadería especial. No se somete a las reglas impuestas por los corruptos y ambiciosos. No da publicidad de sus actos para con los desfavorecidos. No desea vanagloriarse delante de la masa. Su intención es hacer poco ruido, actuar más que hablar, ayudar más que perjudicar. Camina sigiloso pero sus pasos pueden escucharse en el más allá. Se gana el respeto con el capote y la muleta en el ruedo sin tener que darse coba a si mismo ni que se la den. Va al campo con un solo banderillero y un mozo de espadas, los cuales no intervienen si no es estrictamente preceptivo. En la intimidad del campo, puede tentar múltiples becerras sin beber una gota de agua. Puede recibir cuantas volteretas sean necesarias y levantarse sobre la marcha para seguir ejerciendo su profesión. Matador de toros. Y da igual si pasado mañana hay que vestirse de luces. No hay por qué reservarse. O por la puerta grande o por la enfermería. Se trata de una persona íntegra, con una educación y una mentalidad sin igual. Se trata de un torero con una capacidad insólita. Su concepto es puro y trasciende incluso a aquellos que rechazan este arte. Capaz de llenar plazas que se cierran, de que se paguen cifras astronómicas por una entrada en la reventa o de realizar hazañas con el honor de épocas pasadas. De romanos que se sentían orgullosos de ser lo que eran. Él, se siente orgulloso de ser lo que es. Torero.

martes, 2 de agosto de 2011

Morante en Santander

Sin censura, con derroche. Una estampa que encoje el corazón, que abrocha un ápice de gloriosa identidad. Es un sorbo, un soplo. Es escorzo. El regocijo de lances que detienen el tiempo y dos medias que nos transportan. Que nos hacen viajar y culturizarnos emocionalmente. En esta sociedad llena de despropósitos basada en el consumismo material y fundamentada como eje principal en el ámbito económico, yo me considero consumidor de emociones. Y no son precisamente emociones primarias como el miedo, la tristeza o la alegría. Son emociones que no tienen nombre. Son sutiles y dúctiles. Son magnéticas. Sublimes. Es la creación progresiva y ascendente. Espiritual. Atrae al espectador al punto de vista del artista. Se mueve despacio. Como queriendo eternizar el capotazo. El talento desparrama la esencia de un torero de divina condición que compite en una liga a parte, que no tiene ningún sucesor de momento. El arte no puede ser utilizado para fines materiales. El arte de Morante es exquisito. El arte de Morante crea un entorno de aguda pureza, de alma, de emoción, de expresión. A pesar de la ceguera de la sociedad, a pesar del caos actual, inconscientemente podemos rescatar un arte indómito: el arte de Morante.

martes, 26 de julio de 2011

El Toro Bravo



Sin la naturaleza no somos nada. Hay que devolver a la naturaleza lo que le quitamos. La mejor forma de perpetuar la especie del toro bravo es respetarlo, cuidarlo, amarlo y llegado el momento, ofrecer su sacrificio a los dioses en un ruedo de pasión y amor hacia un animal noble y bravo. El coraje debe vencer al miedo del torero y dar lo mejor de sí mismo para no matar en vano a un animal sagrado. El reconocimiento del público se gana con triunfos. La gloria. Alcanzar el techo de un hábitat iracundo que reside en la copa de los árboles más fuertes del campo. Cicatrices de cornadas de ley es el precio que hay que pagar para convertirse en una figura del toreo. Un peaje para viajar a un mundo al alcance de unos pocos elegidos. La tradición y la costumbre, de generación en generación, hace pervivir un arte sin igual. El arte del toreo. Construir una faena que alumbre al respetable y que enorgullezca al ganadero. Que trasmita lo suficiente como para desear volver a repetir la hazaña. Algunos morirán en su intento por redimir la esencia de un espectáculo primitivo y salvaje desde un punto de vista honorable. Desde una mentalidad abierta y positiva, más beneficiosa y que hace perdurar una forma de vida de la que hay que tomar ejemplo y que suele ser abortada y vilipendiada como todo aquello que no reporta beneficio espiritual. La lucha de la tauromaquia es vencer al monstruo económico que domina esta sociedad. Hay que dar un vuelco a la idiosincrasia y a la mentalidad que poco a poco, merma el origen de la naturaleza. En la naturaleza hay vida y hay muerte. Pero hay armonía. Hay respeto. Hay una simbiosis mística entre el hombre y la naturaleza. Están adaptados a vivir en un medio apartado de la sociedad. Y perviven plantas y animales. Conviven los unos con los otros. En el mundo del toro se puede vivir de esta manera. Supone una balanza. De la misma forma que mueren animales, otros nacen en ese instante. Se desarrollan en un hábitat natural de paz en el campo. Coexisten especies diferentes. Se reproducen con exitosa finalidad. La de mejorar su especie, la de procrear y la de convertirse en reyes de la dehesa. Por otra parte, se culmina toda la vorágine taurómaca en una tarde en la que el arte se hace presente y se hace gala de honestidad, valor, sacrificio y musicalidad. Hay poesía, hay pintura  pero sobre todo, hay verdad. La vida y la muerte. La gloria y el fracaso se ciernen sobre un público que debe apreciar lo que observa pues está debilitado no por los antitaurinos ni por los defensores de los animales que desconocen el origen de este arte, que comen jamón o pescado obviando la muerte y justificando ésta a través de la necesidad de injerir alimentos. Alimenta tu cuerpo al igual que tu mente, aconsejo yo. Más sufre la vaca estabulada que no ve la luz de un amanecer en el campo bravo y que no recibe las caricias de un mayoral enamorado de un animal que vive gracias al toreo. El toro bravo.

miércoles, 20 de julio de 2011

Luís de Pauloba

Luís Ortiz Valladares, más conocido como Luís de Pauloba, nació en Aznalcóllar (Sevilla), en el año 1971. Debutó sin picadores en público en el año 1987. En el año 1989 debuta con picadores. En el año 1990 debuta en Las Ventas. En el año 1991 sufre una fuerte cornada en Cuenca de la cual se recupera milagrosamente y en un lapso de tiempo muy corto, prueba de ello fue su alternativa a los dos años, en 1993, en La Real Maestranza de Sevilla. Cuentan que Paco Camino tuvo un encuentro con él en una venta y le dijo: -Pauloba, eres el que más te pareces a mí de los que hay ahora. Mete la espada que te vas a poner rico-. Hay fue donde Luís de Pauloba continuó explorando los caminos de pureza que un día recorrió Paco Camino.


Luís de Pauloba podría haber sido cualquier cosa. Podría haberse dedicado a lo que quisiera si hubiese nacido en otros tiempos o en otro lugar, debido a la mente privilegiada que posee, pero decidió ser torero porque lo lleva dentro. Su carrera ha estado marcada por el reconocimiento del verdadero aficionado pero por la dificultad de no poder torear en el sitio que se merecía ni con las condiciones que deberían. Como decía, gracias a esa mente, esa psicología de otra época, casi oriental, pudo reponerse de la fuerte cornada sufrida en el año 1991. Lo primero que hizo cuando medio se recuperó fue correr detrás de una vaca en cuanto pudo para torearla y a los dos años tomó la alternativa. Noches de luna llena, tardes de toreo jondo, de capote sublime, puro, añejo. De muleta de arte, sin florituras innecesarias, sin tremendismo. Tres o cuatro cortijos debería tener si la espada hubiese entrado dicen por ahí. Un torero de arte toreando corridas descomunales, fuera de tipo, propia de gladiadores o toreros sin clase ninguna. Y él, fiel a su concepto. Es torero desde que se levanta hasta que se acuesta. Es torero vistiéndose por la mañana para llevar a Paula, su hija, al colegio, y para ir a ver a su madre, para hablar por teléfono o para colocarse el cuello de la camisa. Es torero para saludar a cualquiera que se le cruce. Para tratarlo como si fuera el más importante del mundo en ese momento, con una sonrisa siempre pese a que corran malos tiempos. Sencillo, humilde, con gracia andaluza. Igual que su toreo. “Se torea como se es” decía Belmonte. Las cabezas de toros disecadas en su salón imponen. No son Juan Pedros ni mucho menos. Son alimañas que fueron domadas y sometidas por el arte y las muñecas de Pauloba.



Su  fiel mozo de espadas y amigo “kiko”, profesional de pies a cabeza que compagina su trabajo con el de mozo de espadas, lo conoce mejor que nadie. Ha sido testigo de sus días de gloria y de sus fracasos. Siempre ha estado ahí. A las duras y a las maduras. Hombre bonachón sin un pelo de tonto que tiene un corazón que no le cabe en el pecho, y mira que es grande.


Mi teoría es que el maestro Luis de Pauloba no necesita cortijos. Es rico espiritualmente. La olla de su casa está llena de sentimiento y de torería de la que puede alimentarse todo el que se quede a comer en su casa. Es un hombre que ha bordado el toreo a la luz de la luna y a la luz del sol. Ha hecho llorar a otro hombre que ha tenido la suerte de contemplar semejante espectáculo en el anonimato íntimo de los románticos del toreo. En su pueblo, con su gente, sin nadie que tenga que darle coba, sin periodistas nefastos o empresarios corruptos, allí donde se menciona su nombre se escucha: es un pedazo de torero y un pedazo de persona. Y esto es muy difícil. Porque personas buenas hay, y toreros buenos también, pero que conjuguen ambos atributos es complicado.  Es una figura del toreo que ostenta el triunfo personal en su interior. El exterior es para los superficiales. Hay dos formas de triunfar en la vida. Hacia el interior y hacia el exterior. El triunfo de Luis de Pauloba se da cotidianamente cada día. Cada vez que habla, cada vez que actúa, cada vez que torea en el campo. La mejor recompensa que puede tener Luis de Pauloba es que en la memoria de los aficionados a los toros hay un hueco para él y su toreo. El arte no son cifras ni números. El arte es sentimiento, el arte son recuerdos. Son emociones. Y este torero ha emocionado, a puesto la piel de gallina al que lo ha visto, ha trasmitido felicidad, y eso señores, eso es la grandeza del toreo. Lo que perdura es el aroma. El perfume de azahar de un camino de pureza por el que pocos consiguen andar. Y Pauloba, lo ha recorrido varias veces de ida y de vuelta.





martes, 19 de julio de 2011

Revolución, evolución e involución...

La mayoría de los toreros han evolucionado la tauromaquia. La han perfeccionado. Pero solamente algunos elegidos la han revolucionado. Desde Juan Belmonte con su quietud, la cual cambió la concepción del toreo de la que han sido herederos Manolete o José Tomás, hasta Joselito el Gallo con su prolífica tauromaquia, en la que pueden encuadrarse toreros como el Juli entre otros. Por tanto, aquellos toreros que únicamente han recogido lo que otros han sembrado pero a una escala mayor, lo que han hecho es evolucionar. Por otra parte, en una clasificación a parte se encuentra Morante, que ha revolucionado la fiesta de una forma muy particular. Ha recogido el testigo de Belmonte, Gallito, Pepín Martín Vázquez, el Viti, Ordoñez y Rafael de Paula, adquiriendo lo mejor de cada uno de ellos y aplicando la tauromaquia de todos esos toreros que marcaron una época adaptándola a su forma de ser. En cierto modo, rescata lo añejo basado en la pureza bajo dosis de pellizco vanguardista, todo esto en una atmósfera de sentimiento. Finalmente, existe un tercer concepto. La involución. Se trata de desvirtuar las suertes del toreo. Ya sea mediante el uso de una técnica desmesurada, pasada de rosca o engañosa, forzando hasta más no poder los límites del toreo. Un ejemplo de esto sería lo que en Madrid llaman “torear con el pico de la muleta” y en Sevilla “pikiki”. O por citar otro ejemplo, podría decirse que se ha involucionado a la hora de ejecutar el toreo de capote, el cual muy pocos en la historia del toreo han sido capaces de manejar con acierto. El capote, ha de echarse adelante, enganchar delante la embestida del toro, para que el lance dure segundos. Segundos en plural. Porque casi todos los matadores, cuando torean a la verónica, se produce un visto y no visto. El animal pasa por allí sin saber ni de donde viene ni a donde va. Es un flash. Un parpadeo. Un clic de una cámara fotográfica. Otro ejemplo más de involución es la colocación del torero. Hoy día, tanto matadores como novilleros, tienden a poner la pata pa trás. Desvergüenza torera. La piernecita se pone delante señores. Como cambia la cosa. Y qué difícil es. Y que valor hay que tener. Pero claro, ese es un sitio donde sólo se ponen dos o tres y ahí es donde llegan las cornadas. Sí, esas que tienen en las piernas toreros como Paco Camino. Toreros que se veían andar por las calles y derrochaban respeto. Aquellos a los que se les veía de lejos y todo el mundo sabía que eran toreros. Esos seres que llevaban la elegancia tanto interior como exteriormente. Que guardaban las formas. Dentro y fuera de la plaza. Que se sentían toreros 24 horas al día 365 días al año. Esos que están en peligro de extinción debido a la involución de la tauromaquia. Hemos pasado de la revolución a la evolución y de la evolución a la involución.

jueves, 14 de julio de 2011

Paseíllo


Mirada perdida. Miedos. Inseguridad. La gloria bañada en suspiros. La incertidumbre puebla los rincones de un patio de cuadrillas que se torna asfixiante. El hedor de un público sediento. No hay libertad. Estoy preso en una cárcel circular que no admite espantadas. Preguntas y negación. De pronto una luz deja ver apenas un resquicio de madera roja. Una bocanada de aire fresco anuncia a mis pulmones que debo comenzar a andar. Pie derecho por delante. Suerte y al toro. Suenan clarines y timbales. El primero ya está aquí. El burladero sustituye el hombro de mi padre para consolarme. Las pulsaciones se disparan. Retumba el suelo. Salpica el albero. Apenas se nubla mi vista durante un corto lapso de tiempo. Mi mente, en cambio, está revolucionada a su máxima potencia. Se oyen murmullos de un tendido que aprecia el volumen de un toro con brío. Remata por abajo. ¡Toca, toca! ¡Que salgo!

viernes, 8 de julio de 2011

TARDE DE MIURAS

Una pequeña brisa que atisba tormenta azota mi mejilla sonrojada traspuesta. Semblante de una tarde de oscura tiniebla, de premoniciones toreras, de llantos, de rezos, de cielos e infiernos, de estampas oxidadas, de puros de viejos, de tiempos añejos, de fino bueno. De trampas y anzuelos, de pulcros sueldos. Zapatillas negras azulosas envueltas en betún; arenisca seca del albero maestrante dominguero. De pronto, suena el portón de los sustos y un miura salta al ruedo. Vente toro, toro ven. Remata y vuelve a tu ser, vuelve a correr por el redondel. Plumas de águila, pata de gallo, piel de gallina, ojos de gato, sangre de toro, petos rajados, astas y lodo, humo y cigarros; ojos entornados, bocas sangrientas, pelo alborotado, ganas de guerra. Toros bravos, puntillas y clavos, puyas, estoques, banderillas y tocados. Tarde de alimañas, leones y tigres, gladiadores, soldados, huérfanos y llantos; mirlos y vencejos, pájaros jilgueros, cornalón. ¡Un médico! Trapazos, quites, esfuerzo; ángeles, honor, fuerza, mérito.

martes, 5 de julio de 2011

Manzanares padre

Despaciosamente, con un toreo desgarrado, natural y profundo de genialidad, dejando un surco cada embestida el cornúpeto, cimbrean los cimientos de la tauromaquia al son de una música imperecedera y ancestral. Las manijas del arte sustituyen al tiempo para evocar un sublime letargo que acaricia la sapiencia. Las campanas redoblan orgullosas con su brío vibrante contemplando la faena de retazos de una época pasada que nos abre la herida del sentir flamenco y del quejío torero. Majestuoso, amaina su espada, vestido de oro despoja su trono de pasión, de alarde, de fuego, de aire. Arrebuja con temple hilvanando muleta y cornamenta que, unidas por un imán, evidencia la maestría en un palmo de terreno que no es más que un frío suelo de castiza devoción. Salpica alegre el cielo una lluvia de azahar de una nube pasajera que proclama tempestad. Que promete amor y brida a un caballo desbocado que no quiere caminar mientras alguien se empecina con la ofensa de guiar a un corcel que es dinamita que explosiona sin pensar más allá de la locura del toreo celestial. En unas pocas palabras, solo cabe decir, que Manzanares supone la despaciosidad profunda de un eterno letargo desgarrado.

                                                                                                     (Dibujo: Diego Ramos)

domingo, 3 de julio de 2011

Lama de Góngora corta dos orejas en Zufre (semifinal de canal sur)




De profundidad va la cosa. En el fondo del mar, la gravedad y la despaciosidad es otra. La respiración contenida durante la inmersión que asfixia los pulmones para finalmente,  llegar a la superficie y derrochar todo el aire aspirado previamente. Una vez en la orilla, se desparraman las pisadas bajo oles y ovaciones. Pisadas que dejan huella, físicamente, en la arena, espiritualmente, en el corazón. De toreo contante y sonante. Se acabaron las contemplaciones y la carne cruda. Ahora, en caliente, se ven las cosas de otra manera. No hay excusas. No hay recelo posible. No hay dos versiones de la película. No hay crítica malintencionada. Ahora sólo queda el silencio de los envidiosos y la locura de los aduladores. Ahora el traje es de oro y el toreo puro yodo que se evade en la profundidad del mar salubre, de la espuma de las olas que, con ayuda de la luna y de la corriente, con el impulso del aire, nos revuelca con su fuerza y nos inunda, nos ahoga y nos lleva donde sólo unos pocos pueden aguantar la respiración y contemplar el calibre del toreo de Lama de Góngora. Escribe muletazos para un libro que acaba de empezar cuyo primer capítulo ya evidencia, avisa y recalca la categoría de los posteriores. No me paro ha descubrir las conchas que me encontré durante la faena, ni a describir el mísero desahogo de un pelirrojo de ascendientes franceses que pegó un nuevo petardo esta vez no de luces, gracias a Dios, sino con gorra y cara de tonto. Lo mejor es obviarlo para que se quede en su casa viendo a Paco Lama en la final de las televisadas de canal sur dentro de poco.

martes, 28 de junio de 2011

PAÑUELO AZUL

De la libertad al ruedo. Y del ruedo al cielo verde y al suelo añil. Azul es el pañuelo que proclamó su bravura y dos fueron las mulas que arrastraron su cuerpo por el redondel al son de palmas de júbilo, de aplauso ferviente, de niños sonrientes. Los pájaros se preguntan por qué este toro vuela y no campa por la dehesa y no muge en la vereda.  Cual ángel con cuernos vuela hacia el firmamento, embiste a las nubes, cornea estrellas que alumbran el camino que lleva hasta el cielo. Su alma se encumbra, sin techo, sin miedo, sobre un fondo de luz y tierna oscuridad birlando la brisa de un viento juglar. La llave que abre las puertas del cielo se llama embestida de bravo silencio. ¡Qué toro más bueno! Susurra en el tercio Joselito el Gallo que espera torero. Dios quiera que embista con celo de nuevo que estamos ansiosos de ver el milagro, de beber misterio, de toro y torero, de brindar por ellos, que siguen viviendo, allá a lo lejos. Cuentan que una noche nevada de invierno, un torillo negro volvió de los cielos y dicen que es el mismo, que murió embistiendo; yo creo que Joselito toreó con el vuelo de un capote pasajero, que Dios sacó un pañuelo naranja terciopelo y al alba estaba el toro de vuelta con su dueño. Resucitado, su nombre. Bravo su condición. Negro su pelo. Blanco el pitón. Blancas sus alas. Rojo su corazón. Grande su alma, de fiero león. Vuela por los campos de tu Andalucía, vive siempre eterno en tu ganadería, siembra noble toro, tu dulce elixir, de plomo, de mimbre, de oro, de añil.

sábado, 25 de junio de 2011

EL MALETILLA

La luna llena, con su luz y su misterio, alumbra las verdes praderas y el amarillo albero de la plaza de tientas. Al filo del precipicio, en la oscuridad, los maletillas saltan la valla y dejan escapar su ingenio. El equilibrio ante un tren que pasa, arrasa y deja su marca en la piel, por las vías del camino a la gloria en el que unos salvan la vida y otros perecen. Con su atillo de torero, se preparan para torear al silencio. Las sombras crean el movimiento en la noche, la quietud del llanto mece la cuna del toreo de capote anónimo, de muleta cosida con la aguja de la abuela que todo lo sabe aunque se haga la ingenua. Los sentidos se agudizan, los riñones crujen y los gestos se enaltecen. Duerme el ganadero creyendo que sus toros están descansando y no embistiendo a un niño enamorado del toreo, del campo, de la luna, del caballo. Cual hombres lobos, arrasan con la camada. No es más que sed y hambre de toros. No es otra cosa que alimentar su guadaña de madera tallada sobre un viejo trapo de seda. No es más que volar con una vaca encastada, con la faena soñada, con la maleza y la rama, en el campo a media noche. Árbol por burladero, barro para el recuerdo, rebuscando en los reproches de una madre asustadiza al ver sangre en su camisa, cuando asoma el alba y llora, cuando escampa la locura de la magia toreadora.

jueves, 16 de junio de 2011

Entrevista a Ferrater Beca



El novillero sevillano perteneciente a la escuela de tauromaquia de Sevilla torea el día 7 de julio una novillada sin picadores de la ganadería de Guardiola en la Maestranza de Sevilla. Le preguntamos sobre su trayectoria, sus sensaciones y sobre su forma de concebir el toreo.

-          Torero, me imagino que será ilusionante para ti torear en la plaza de tu ciudad.  ¿Cómo te sientes una vez que ya te ves anunciado en los carteles?

Muy ilusionado y responsabilizado, como cualquiera que se vea anunciado en esa plaza. Me quita el sueño por las noches, pero también hace que entrenar sea más llevadero.

-          ¿Cuál es tu forma de entender el toreo? ¿Quienes son tus referentes a la hora de interpretar este arte?

Me gusta torear por verónicas, enganchando alante, y con la muleta si la dejo puesta abajo y tiro hasta el final, estoy haciendo el toreo que siento. Me gustan casi todos los toreros, todos tienen algo donde sacar, pero si miramos en lo que a concepción del toreo se refiere, El Cid. Pero no soy ningún loco de nadie, me caben muchos toreros en la cabeza gracias a Dios.

-          ¿Por qué decidiste ser torero?

Desde pequeño siempre he sentido la llama del toreo, cuando no tenía idea de verdad de lo que era esto quería ser torero, ahora que sé de que va, también lo quiero.


-          ¿Qué esperas de este gran día en el que vas a torear en la Maestranza?

Sueño y entreno duro para que pueda salir la faena soñada, un triunfo importante que abra puertas y todo con mi concepción del toreo.




miércoles, 15 de junio de 2011

Morante de la Puebla corta dos orejas en Nimes (Francia)

                                      





De la pausa al silencio. De la prisa al sosiego. Bajo techo me encuentro, a cubierto, sediento. Nubes rojas en los medios, lluvia fina en el albero. De la libertad al encierro. Dos pitones de hierro resquebrajan mi cuerpo, siento fuego por dentro. Aguja e hilo para bordar mi capote, para volar con su vuelo, para sentirlo en las yemas de mis dedos. Para prolongar mi cuerpo. Música maestro. Palmas y sonrisas tras los burladeros. Líneas curvas, líneas rectas, pies de plomo, pecho fuera. Ilusión contenida en una franela. De izquierda a derecha. De frente, con temple. Muñecas rotas, barbilla encajada, pellizco, duende, amor y quina ¡la silla! ¡Donde está la silla! Comienzo por alto, ahora por abajo. Queso viejo y vino bueno. Nudillos al compás de bulería sobre una madera fina de un tabanco jerezano. Morlaco ven pronto, ven que te acaricio, ven que yo te llevo, por donde yo quiero. Sitio, mimo, aire. Valor consentido. Arte, sobre todo arte. Ángeles del cielo, imitando al torero. Ni aspavientos ni locuras. Ni rodillas manchadas o sucias. Ni pelo alborotado, ni coleta de plástico. Ni coba, ni cuento. Es puro es añejo. Es simple, modesto. Vergüenza torera hasta la bandera. Gusto en sus andares. Miedo tras el trance. Lances de un mundo, que no conocerá nadie. Humildad. De verdad.  Donante de arte. Socaire, vibrante. Tauromaquia histórica bañada en vanguardia. Impresionista y abstracto, sencillo, sensato. Único e irrepetible. Morante tiene tanto o más de lo que abarco, Morante tiene el garbo cogido por el mango. Morante no se mete si no es para bordarlo. Morante no es silencio, o es bronca o es demencia. Morante es un pañuelo con vuelos de otro tiempo. Es canto de cigarra, es pasto de los sueños. Morante no pierde el tiempo ni hace a la gente perderlo. Es cordoncillo blanco o es azabache negro. Es oro, es plata, es todo sin nada. Es canela, es almíbar. Natural su coleta, natural su muleta, natural de naturaleza. Es yunque, es mimbre. Aroma de azahar. Arroz con tomate. Calé por parte de alguien. Soniquete de Sevilla, del río, de la marisma. Es agua, arza, toma y anda. Es sublime, es flamenco, es bohemio, es torero.

                    
                                                                                                             Álvaro Gil