martes, 26 de julio de 2011

El Toro Bravo



Sin la naturaleza no somos nada. Hay que devolver a la naturaleza lo que le quitamos. La mejor forma de perpetuar la especie del toro bravo es respetarlo, cuidarlo, amarlo y llegado el momento, ofrecer su sacrificio a los dioses en un ruedo de pasión y amor hacia un animal noble y bravo. El coraje debe vencer al miedo del torero y dar lo mejor de sí mismo para no matar en vano a un animal sagrado. El reconocimiento del público se gana con triunfos. La gloria. Alcanzar el techo de un hábitat iracundo que reside en la copa de los árboles más fuertes del campo. Cicatrices de cornadas de ley es el precio que hay que pagar para convertirse en una figura del toreo. Un peaje para viajar a un mundo al alcance de unos pocos elegidos. La tradición y la costumbre, de generación en generación, hace pervivir un arte sin igual. El arte del toreo. Construir una faena que alumbre al respetable y que enorgullezca al ganadero. Que trasmita lo suficiente como para desear volver a repetir la hazaña. Algunos morirán en su intento por redimir la esencia de un espectáculo primitivo y salvaje desde un punto de vista honorable. Desde una mentalidad abierta y positiva, más beneficiosa y que hace perdurar una forma de vida de la que hay que tomar ejemplo y que suele ser abortada y vilipendiada como todo aquello que no reporta beneficio espiritual. La lucha de la tauromaquia es vencer al monstruo económico que domina esta sociedad. Hay que dar un vuelco a la idiosincrasia y a la mentalidad que poco a poco, merma el origen de la naturaleza. En la naturaleza hay vida y hay muerte. Pero hay armonía. Hay respeto. Hay una simbiosis mística entre el hombre y la naturaleza. Están adaptados a vivir en un medio apartado de la sociedad. Y perviven plantas y animales. Conviven los unos con los otros. En el mundo del toro se puede vivir de esta manera. Supone una balanza. De la misma forma que mueren animales, otros nacen en ese instante. Se desarrollan en un hábitat natural de paz en el campo. Coexisten especies diferentes. Se reproducen con exitosa finalidad. La de mejorar su especie, la de procrear y la de convertirse en reyes de la dehesa. Por otra parte, se culmina toda la vorágine taurómaca en una tarde en la que el arte se hace presente y se hace gala de honestidad, valor, sacrificio y musicalidad. Hay poesía, hay pintura  pero sobre todo, hay verdad. La vida y la muerte. La gloria y el fracaso se ciernen sobre un público que debe apreciar lo que observa pues está debilitado no por los antitaurinos ni por los defensores de los animales que desconocen el origen de este arte, que comen jamón o pescado obviando la muerte y justificando ésta a través de la necesidad de injerir alimentos. Alimenta tu cuerpo al igual que tu mente, aconsejo yo. Más sufre la vaca estabulada que no ve la luz de un amanecer en el campo bravo y que no recibe las caricias de un mayoral enamorado de un animal que vive gracias al toreo. El toro bravo.

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