domingo, 3 de julio de 2011

Lama de Góngora corta dos orejas en Zufre (semifinal de canal sur)




De profundidad va la cosa. En el fondo del mar, la gravedad y la despaciosidad es otra. La respiración contenida durante la inmersión que asfixia los pulmones para finalmente,  llegar a la superficie y derrochar todo el aire aspirado previamente. Una vez en la orilla, se desparraman las pisadas bajo oles y ovaciones. Pisadas que dejan huella, físicamente, en la arena, espiritualmente, en el corazón. De toreo contante y sonante. Se acabaron las contemplaciones y la carne cruda. Ahora, en caliente, se ven las cosas de otra manera. No hay excusas. No hay recelo posible. No hay dos versiones de la película. No hay crítica malintencionada. Ahora sólo queda el silencio de los envidiosos y la locura de los aduladores. Ahora el traje es de oro y el toreo puro yodo que se evade en la profundidad del mar salubre, de la espuma de las olas que, con ayuda de la luna y de la corriente, con el impulso del aire, nos revuelca con su fuerza y nos inunda, nos ahoga y nos lleva donde sólo unos pocos pueden aguantar la respiración y contemplar el calibre del toreo de Lama de Góngora. Escribe muletazos para un libro que acaba de empezar cuyo primer capítulo ya evidencia, avisa y recalca la categoría de los posteriores. No me paro ha descubrir las conchas que me encontré durante la faena, ni a describir el mísero desahogo de un pelirrojo de ascendientes franceses que pegó un nuevo petardo esta vez no de luces, gracias a Dios, sino con gorra y cara de tonto. Lo mejor es obviarlo para que se quede en su casa viendo a Paco Lama en la final de las televisadas de canal sur dentro de poco.

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