martes, 28 de junio de 2011

PAÑUELO AZUL

De la libertad al ruedo. Y del ruedo al cielo verde y al suelo añil. Azul es el pañuelo que proclamó su bravura y dos fueron las mulas que arrastraron su cuerpo por el redondel al son de palmas de júbilo, de aplauso ferviente, de niños sonrientes. Los pájaros se preguntan por qué este toro vuela y no campa por la dehesa y no muge en la vereda.  Cual ángel con cuernos vuela hacia el firmamento, embiste a las nubes, cornea estrellas que alumbran el camino que lleva hasta el cielo. Su alma se encumbra, sin techo, sin miedo, sobre un fondo de luz y tierna oscuridad birlando la brisa de un viento juglar. La llave que abre las puertas del cielo se llama embestida de bravo silencio. ¡Qué toro más bueno! Susurra en el tercio Joselito el Gallo que espera torero. Dios quiera que embista con celo de nuevo que estamos ansiosos de ver el milagro, de beber misterio, de toro y torero, de brindar por ellos, que siguen viviendo, allá a lo lejos. Cuentan que una noche nevada de invierno, un torillo negro volvió de los cielos y dicen que es el mismo, que murió embistiendo; yo creo que Joselito toreó con el vuelo de un capote pasajero, que Dios sacó un pañuelo naranja terciopelo y al alba estaba el toro de vuelta con su dueño. Resucitado, su nombre. Bravo su condición. Negro su pelo. Blanco el pitón. Blancas sus alas. Rojo su corazón. Grande su alma, de fiero león. Vuela por los campos de tu Andalucía, vive siempre eterno en tu ganadería, siembra noble toro, tu dulce elixir, de plomo, de mimbre, de oro, de añil.

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