martes, 5 de julio de 2011

Manzanares padre

Despaciosamente, con un toreo desgarrado, natural y profundo de genialidad, dejando un surco cada embestida el cornúpeto, cimbrean los cimientos de la tauromaquia al son de una música imperecedera y ancestral. Las manijas del arte sustituyen al tiempo para evocar un sublime letargo que acaricia la sapiencia. Las campanas redoblan orgullosas con su brío vibrante contemplando la faena de retazos de una época pasada que nos abre la herida del sentir flamenco y del quejío torero. Majestuoso, amaina su espada, vestido de oro despoja su trono de pasión, de alarde, de fuego, de aire. Arrebuja con temple hilvanando muleta y cornamenta que, unidas por un imán, evidencia la maestría en un palmo de terreno que no es más que un frío suelo de castiza devoción. Salpica alegre el cielo una lluvia de azahar de una nube pasajera que proclama tempestad. Que promete amor y brida a un caballo desbocado que no quiere caminar mientras alguien se empecina con la ofensa de guiar a un corcel que es dinamita que explosiona sin pensar más allá de la locura del toreo celestial. En unas pocas palabras, solo cabe decir, que Manzanares supone la despaciosidad profunda de un eterno letargo desgarrado.

                                                                                                     (Dibujo: Diego Ramos)

2 comentarios:

  1. No puedo estar mas de acuerdo.
    Gracias por esta maravilla de articulo, gracias de un manzanarista confeso y devoto.

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  2. Leí una vez . . .

    Si quieren saber como es el sonido del toreo, escuchen el ole cuando torea Jose María Manzanares, pero no sean tontos. . . También miren.

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