La mayoría de los toreros han evolucionado la tauromaquia. La han perfeccionado. Pero solamente algunos elegidos la han revolucionado. Desde Juan Belmonte con su quietud, la cual cambió la concepción del toreo de la que han sido herederos Manolete o José Tomás, hasta Joselito el Gallo con su prolífica tauromaquia, en la que pueden encuadrarse toreros como el Juli entre otros. Por tanto, aquellos toreros que únicamente han recogido lo que otros han sembrado pero a una escala mayor, lo que han hecho es evolucionar. Por otra parte, en una clasificación a parte se encuentra Morante, que ha revolucionado la fiesta de una forma muy particular. Ha recogido el testigo de Belmonte, Gallito, Pepín Martín Vázquez, el Viti, Ordoñez y Rafael de Paula, adquiriendo lo mejor de cada uno de ellos y aplicando la tauromaquia de todos esos toreros que marcaron una época adaptándola a su forma de ser. En cierto modo, rescata lo añejo basado en la pureza bajo dosis de pellizco vanguardista, todo esto en una atmósfera de sentimiento. Finalmente, existe un tercer concepto. La involución. Se trata de desvirtuar las suertes del toreo. Ya sea mediante el uso de una técnica desmesurada, pasada de rosca o engañosa, forzando hasta más no poder los límites del toreo. Un ejemplo de esto sería lo que en Madrid llaman “torear con el pico de la muleta” y en Sevilla “pikiki”. O por citar otro ejemplo, podría decirse que se ha involucionado a la hora de ejecutar el toreo de capote, el cual muy pocos en la historia del toreo han sido capaces de manejar con acierto. El capote, ha de echarse adelante, enganchar delante la embestida del toro, para que el lance dure segundos. Segundos en plural. Porque casi todos los matadores, cuando torean a la verónica, se produce un visto y no visto. El animal pasa por allí sin saber ni de donde viene ni a donde va. Es un flash. Un parpadeo. Un clic de una cámara fotográfica. Otro ejemplo más de involución es la colocación del torero. Hoy día, tanto matadores como novilleros, tienden a poner la pata pa trás. Desvergüenza torera. La piernecita se pone delante señores. Como cambia la cosa. Y qué difícil es. Y que valor hay que tener. Pero claro, ese es un sitio donde sólo se ponen dos o tres y ahí es donde llegan las cornadas. Sí, esas que tienen en las piernas toreros como Paco Camino. Toreros que se veían andar por las calles y derrochaban respeto. Aquellos a los que se les veía de lejos y todo el mundo sabía que eran toreros. Esos seres que llevaban la elegancia tanto interior como exteriormente. Que guardaban las formas. Dentro y fuera de la plaza. Que se sentían toreros 24 horas al día 365 días al año. Esos que están en peligro de extinción debido a la involución de la tauromaquia. Hemos pasado de la revolución a la evolución y de la evolución a la involución.
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