La razón por la cual el ser humano vive es para crear belleza y para amar. Cuando una persona realiza un acto puede colmar su esencia en un frasco que yo llamo pasión, el cual debe estar vacío por la mañana y lleno al final del día o de la noche según uno viva con el sol o con la luna. El fin, la meta, el fondo de la cuestión radica en llevar a cabo algo grande que perdure. Ese es el valor de lo eterno. Lama de Góngora lo ha logrado. Ha conseguido salir por la Puerta del Príncipe de la Maestranza de Sevilla y, pocos días después, lo ha revalidado aprobando sobradamente su segunda oportunidad y proclamándose ganador del certamen. Podría decir muchas cosas pero me voy a limitar solamente a las que sienta de verdad. Lama de Góngora torea por alegrías. A compás, a tiempo. Un baile con el burel que, impredecible como cualquier otro animal salvaje se alía con el torero en los doce tiempos que tiene este palo flamenco. Un, dos, un dos tres, cuatro cinco seis, siete ocho, nueve, diez…un dos, un dos tres…así una y otra vez en cada tanda, en cada muletazo, en cada desplante, en cada sonrisa, en cada cite. Cuando el pie que se mueve se posa en el albero veo “tierra”. Cuando la muleta inicia su vuelo desde atrás veo “agua”, una ola de una playa de Cádiz. Cuando se produce el toque, veo “aire”, una ráfaga, una templada brisa que impulsa al toro a embestir. Cuando el toro inicia su travesía y la muleta lo mece, y el cuerpo lo acompaña, veo “fuego”. Así se torea natural. Se torea natural porque la naturaleza está presente. Tierra, agua, aire y fuego. Se trata de un toreo puro, primitivo, salvaje que torna a clásico, que muta hacia lo esbelto, hacia la más absoluta, pedagógica y cultural tauromaquia de un rubio formado con el maestro Luis de Pauloba. Cuando el sueño torna realidad automáticamente, dentro de nuestro ser, se inunda de nuevas metas e ilusiones. Por ahora voy a predecir un debut con picadores que trascienda, que emocione, que cautive. Más allá del presente, una premonición me dice que el futuro no existe. Lo único que realmente podemos predecir no es un futuro prometedor ni esperar nada como ya se han aventurado los medios que ansían la utópica gloria. No. Yo tengo que predecir un presente prometedor. Cada vez que paso por la Maestranza se me ponen los pelos de punta y se me viene a la mente el triunfo de Lama de Góngora y esta letrita porque este torero aquel día toreó por alegrías. ¿Qué digo? Bailó por alegrías con su capote a las palmas, su muleta a la guitarra y el cornúpeto al cante. Ole tú!
Maestranza de Sevilla,
La del amarillo albero,
La que huele a manzanilla,
Y a capote de torero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario