viernes, 10 de agosto de 2012

EL ARTE ESTÁ EN PARARSE


                                                                   Emilio Silvera hijo

Torero poderoso, místico, profundo e impredecible. Para él, el valor y el arte no están reñidos. Forman parte de la misma familia, están dentro de un árbol genealógico cimentado por dos ramas fundamentales: la quietud y la trasmisión. Emilio Silvera hijo, pisa terrenos en los que la incertidumbre se hace patente. Desafía al miedo impávido caminando erguido por la cuerda floja del azar. Comparte sus inquietudes rompiendo ese cristal invisible que separa al artista del público. Novillero en peligro de extinción por muchas razones. Una; no imita a nadie, es él mismo. Dos; genera respeto, admiración, emoción y expectación. Además estamos ante un torero con valor del bueno. El de pata negra. No ese valor de arrebato sino un valor con el cual se nace. Un valor que no se entrena. Es intrínseco. De dentro hacia fuera. Es muy difícil conjugar todas estas cualidades acompañándolas a su vez de humildad y de naturalidad, evitando cualquier acercamiento o encontronazo con la vanidosa soberbia. La aparente burbuja en la que se encuentra en su vida cotidiana no hace más que evidenciar una personalidad propia de un grande. Estamos acostumbrados a ver réplicas y repeticiones, a imitadores de Manzanares y de Morante. Emilio Silvera no imita a nadie ni dentro ni fuera de la plaza. Responde sosegado a las preguntas al igual que cita con la muleta. A menudo, el público se fija en lo que se mueve. Sin embargo, lo verdaderamente importante es aquello que no se ve, aquello que no se mueve, que permanece a la sombra sin llamar la atención. Por ejemplo, el equilibrio a la hora de cargar la suerte se consigue gracias a la pierna que permanece quieta en el suelo. Esa es la que aguanta el peso. Esa es la que manda. Para Emilio Silvera el arte está en pararse. Su condición de artista propicia faenas intensas. Faenas que destapan todo eso que guarda en su interior y que sólo deja escapar dentro de la plaza. Emilio es un torero de instinto, intuitivo. Es consciente de la importancia de la técnica pero deja que la corriente del caudaloso río de la creatividad inunde sus pensamientos y su corazón y le arrastre hasta ese mar de sensaciones que tiene el arte del toreo.

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