sábado, 27 de agosto de 2011

LUIS DE PAULOBA


De capote, a la verónica. Sin probaturas. Tal cual sale el toro, Pauloba le enjareta un ramillete de lances de cartel. Y media a pies juntos. Arza. Con la muleta, largura, hondura y profundidad. El temple, la suavidad y el empaque, por descontado. Y cambio de mano. Toma que toma. Tanda al natural y de pecho hasta la hombrera contraria acompañando con la cintura. Ahora, con la diestra; trincherazo de rabia y miel. Y a meter al toro para las tablas, en torero. Ayudado por alto, ah no: Por bajo. Y trincherilla. Cambio de mano. De izquierda a derecha y de derecha a izquierda se dice viceversa. Que armonía. Que destreza. El estaquillador va de una mano a otra como si fuera un juguete. Toro y torero se convierten en una dualidad inverosímil de plenitud garbosa. Inseparables sólo por el revoloteo de una muleta de mando y un capote de ensueño. Capote que engancha delante la embestida cogida con las yemas de los dedos de un cuerpo que no sabe que es físico, pues cree que es su alma la que torea. La luminosidad de colores rosa, amarillo y negro unidos al brillo del traje de luces evocan la mágica melodía mística de selecta tauromaquia. Son instantes eternos que se gravan en la retina. Son alambres que se agarran a unas muñecas rotas quebradas por la torería. Es la simbiosis entre toro y torero enmarcados en una cúpula efervescente. Perfume de Aznalcóllar  cuyo aroma perdura en los oles del aficionado más cabal.

Desdibujada, la esclavina de un capote se asoma al balconcillo para cantar una saeta. Se trata de una obra de sentimiento rematada por una media. Es una tarde de exquisito paladar y de sabor añejo. De toreo puro, de tangos o tientos. Es una tarde de compás, de marcar el tiempo, de olvidar el cuerpo, de buscar al dueño del toreo bueno. De saber que el frío una vez fue fuego. De pitón a rabo, el pase de pecho. Plantas asentadas, corazón abierto. Palmas al talento, hilo, aguja y miedo. Desplante torero. Arte y desenfreno. Un cambio de mano desata la locura toreadora del torero del Aznalcóllar que absorto, encumbra un ágape delicioso en pos de la tauromaquia. Cornalón severo. Sangre, ira y fuego. Honor; Es torero. De noche, pasa una estrella fugaz y pido un deseo. La luna contempla atónita una faena que estremece y, a lágrima viva, un solo espectador se proclama receptor del arte del toreo. Desalojo el tren que me lleva a buen puerto y me embarco hacia el triángulo de las bermudas tauromágico para presenciar la hecatombe y la marejada a través de una ola de color rosa con la espuma amarilla que acompaña con mando a un barco negro que tiene por marinero la bravura y se hace eco en el recuerdo de una tarde en la que tiemblo ante un figura del toreo.

                                                                                      Álvaro Gil

Jose Monje debuta con picadores el 28 de agosto en el Puerto de Santa María



El novillero jerezano Jose Monje Plata debuta con picadores el día 28 de agosto en el Puerto de Santa María. Su nombre nos recuerda al cantaor flamenco Jose Monje Cruz “Camarón de la Isla”. A Jose Monje, el torero, le corre por las venas la gitanería y el soniquete de jerez. De ahí su forma de entender el toreo. De ahí el compás y el aire de sus lances. Es un torero de arte. Artista. Es un torero puro. Profundo. Es un torero que trasmite. Te pone la carne de gallina y te hace soñar y recordar ese instante tan sublime y tan embriagador por largo tiempo. Es como si al torear entrase en trance y te invitase a pasar a su burbuja para contemplar su faena desde el interior. Su toreo se caracteriza por la largura de sus muletazos, por las trincherillas, por los trincherazos, por los remates con gusto, por la inspiración, por el garbo. La improvisación forma parte de su completa tauromaquia. Mientras más a gusto esté, más inspirado y mientras más inspirado, mayor creación. Al natural deja volar su franela cual cigüeña en busca de su nido. Con las yemas de los dedos acaricia su estaquillador y traza con las muñecas y con el corazón su obra maestra. Los pases de pecho son caso aparte. Acompaña la embestida hasta el cielo para después volver a la tierra a desplantar. Es un torero a tener en cuenta por la gran proyección que atesora y la evolución tan consolidada que ha llevado a cabo en tan corto espacio de tiempo situándose como la próxima revelación en el mundo de la tauromaquia. Un pasito más. El debut con caballos. Suerte.

ALEGRÍAS A JOSE MONJE

En jerez de la frontera
ha nacido un torero
ay en jerez de la frontera
cuando torea en su tierra
garbo y arte, se pelean
que cuando torea en su tierra
garbo y arte, se pelean.

Jose Monje Plata
por naturales
trasmite toreria
ay a raudales
ay a raudales mare,
ay a raudales
trasmite toreria
por naturales

Acariciando el albero
tu muleta volandera
va acariciando el albero
va tejiendo naturales
al toro que esta embistiendo
que va tejiendo naturales
al toro que esta embistiendo

Jose Monje Plata
por naturales
trasmite toreria
ay a raudales
ay a raudales mare,
ay a raudales
trasmite toreria
por naturales.

                                                 Alvaro Gil

martes, 23 de agosto de 2011

Morante en Bilbao


Se escucha el cacareo de un gallo que revolotea en el comienzo de faena y en los remates del torero de la Puebla. No se si es Morante el que busca la perfección o es la perfección la que busca a Morante. Quizás la perfección quiere alcanzarlo pero no puede, por eso, sus lances, su media, sus naturales o sus derechazos son profundos a la vez que espontáneos, sólidos al mismo tiempo que frágiles; son auténticos pétalos de hojas verdes que caen en primavera y no en otoño. Caen en primavera porque es la estación más floreciente y creadora. Es la estación donde nace la vida en la naturaleza. Así es su toreo. Natural. Es muy difícil crear algo natural que resulte sobrecogedor por el pellizco de un artista que lleva consigo el rótulo de figurón del toreo y lo demuestra año tras año. Morante de la Puebla hace lo que ama. Lo que para algunos son problemas para él son lecciones. Si no, ¿cómo creen ustedes que puede comenzar la faena de muleta de esa forma mientras el tendido y el toro protestaban al unísono brevemente? El Maestro sabía que el de Cuvillo tenía oro en su interior, sólo había que escarbar un poco en sus adentros y recoger esas pepitas de oro que relucirían a mediados de faena. Morante se encuentra en plenitud. Un torero que de la cuna fue a parar al ruedo y del ruedo al triunfo. No ya al triunfo hacia el exterior, ni al reconocimiento más que ganado, sino al triunfo interior, al triunfo artístico. Este torero libera, alivia, distrae, desbarata. Derrocha serenidad. Descubre parajes de extrema belleza. Pone el alma cuando torea, y por este motivo su andadura está abocada al éxito. Me gusta como sale de la cara del toro desplantando con humildad y como recibe una gran ovación sin darle la mano al tremendismo. Me gusta como cita al toro sin vociferar como si el redondel fuese un patio de vecinos o un partido de fútbol. Me gusta como se tira a matar de verdad cuando sabe que merece la pena porque la faena ha estado a la altura de un gran estoconazo. Me gusta ver como el presidente saca los dos pañuelos blancos a la vez igual que Morante maneja el capote acariciando al toro por verónicas echando el percal al mismísimo hocico del cornúpeto. Me gusta la manera tan pura de colocarse delante de la cara del toro. En definitiva, me gusta el toreo antiguo y me gusta el toreo nuevo. Pero me gusta más ver como lo antiguo hoy resulta algo novedoso porque nadie es capaz de realizar una faena de este calibre por mucho que les cueste admitirlo a unos pocos infelices que sólo aprecian lo que ven cuando el de al lado se lo cuenta, habiéndolo tenido delante desde hace mucho tiempo. Larga vida al rey de la tauromaquia que en su trono mira a sus súbditos con clemencia, sencillez, toreo y amor.

miércoles, 17 de agosto de 2011

JOSE MARI MANZANARES

A la fuerza, fragilidad. A la potencia, cadencia. Vuelos de finas hierbas a un toro que esquiva un capote que perdura. Pinturería canastera de un mimbre entre varetas, de una lumbre en primavera, del manantial que abreva la corriente de un río de pulcritud torera. La escena, borrosa, casi desvanecida en un horizonte de sol, gracia y vida. Crece cual arbusto salvaje en un clima seco. A parte, lejos de la masa, en la otra orilla, de repente un ole arrecia como viento de levante. Un ole de una garganta que recuerda a Fernanda por soleá. Paladean cucarachas escondidas en la boca de riego la faena soñada de un torero que acompaña con el cuerpo, que trasmite al firmamento sus secuelas y tormentos con casta y toreo bueno. Con sonrisas, sin lamentos. Llorar, no se si de pena o de alegría. La armonía, esa que convence a todos sin excepción. El sentimiento, ese que no atiende a nadie más que a los gitanos. Lo primitivo. Con herramientas primarias como la madera o como una tela. El almíbar, eso que endulza la vida. Hay que pasar mucha sed para poder beber de esa fuente. Para asimilar ese cáliz que concede la vida eterna a quien lo bebe. Para alcanzar esa tierra prometida y esa suavidad en los toques, que vanguardia, que derroche, que espejismo en la noche. Que de luz tras el túnel hacia el paraíso del campo. Que de flores. Que colores. Que simbiosis entre toro y torero. Jose Mari Manzanares, educadamente le abre las puertas de su casa, para después conversar largo y tendido, sin prisa pero sin pausa, despacio que no lento, ligando palabras cual muletazos fueren, con absoluta certeza y colaboración, para después despedirlo con la misma autenticidad, hasta mañana “Arrojado”, ya nos vemos por el campo, allí recordaremos juntos las hazañas del pasado, esa tarde que fue espanto. A hombros, volandero, hasta el hotel, prisionero. Jose Mari Manzanares sobre el gran Bores Otero, sólo hay uno, no es roneo, es el arte de estar lejos y vivirlo por entero, es querer ser costalero, de un figura del toreo que es canela y es jazmín, que es sirena en abril, canto del alabardero, cite con mimo y fuego en las yemas de los dedos. Es enjundia por entero, albacea de mi recuerdo. Es la lluvia de pañuelos planeando en el albero. Enhorabuena torero.


                                                                ALVARO GIL

miércoles, 3 de agosto de 2011

José Tomás

La quietud. El valor. Ni un solo titubeo a la hora de citar al toro y esperar su llegada clavado firme en el suelo. La honradez y la vergüenza torera por encima de todo. Asumir que los toros bravos dan cornadas es obvio, pero recibirlas a sabiendas de que esa es una de las dificultades de esta profesión y reponerse de ellas, está a más de un paso. Del elogio y la admiración hacia toreros míticos, a crear escuela entre los jóvenes novilleros. José Tomás es un ejemplo de discreción. No le hace falta salir en la prensa ni en la televisión para llenar las plazas. No necesita de ninguna ganadería especial. No se somete a las reglas impuestas por los corruptos y ambiciosos. No da publicidad de sus actos para con los desfavorecidos. No desea vanagloriarse delante de la masa. Su intención es hacer poco ruido, actuar más que hablar, ayudar más que perjudicar. Camina sigiloso pero sus pasos pueden escucharse en el más allá. Se gana el respeto con el capote y la muleta en el ruedo sin tener que darse coba a si mismo ni que se la den. Va al campo con un solo banderillero y un mozo de espadas, los cuales no intervienen si no es estrictamente preceptivo. En la intimidad del campo, puede tentar múltiples becerras sin beber una gota de agua. Puede recibir cuantas volteretas sean necesarias y levantarse sobre la marcha para seguir ejerciendo su profesión. Matador de toros. Y da igual si pasado mañana hay que vestirse de luces. No hay por qué reservarse. O por la puerta grande o por la enfermería. Se trata de una persona íntegra, con una educación y una mentalidad sin igual. Se trata de un torero con una capacidad insólita. Su concepto es puro y trasciende incluso a aquellos que rechazan este arte. Capaz de llenar plazas que se cierran, de que se paguen cifras astronómicas por una entrada en la reventa o de realizar hazañas con el honor de épocas pasadas. De romanos que se sentían orgullosos de ser lo que eran. Él, se siente orgulloso de ser lo que es. Torero.

martes, 2 de agosto de 2011

Morante en Santander

Sin censura, con derroche. Una estampa que encoje el corazón, que abrocha un ápice de gloriosa identidad. Es un sorbo, un soplo. Es escorzo. El regocijo de lances que detienen el tiempo y dos medias que nos transportan. Que nos hacen viajar y culturizarnos emocionalmente. En esta sociedad llena de despropósitos basada en el consumismo material y fundamentada como eje principal en el ámbito económico, yo me considero consumidor de emociones. Y no son precisamente emociones primarias como el miedo, la tristeza o la alegría. Son emociones que no tienen nombre. Son sutiles y dúctiles. Son magnéticas. Sublimes. Es la creación progresiva y ascendente. Espiritual. Atrae al espectador al punto de vista del artista. Se mueve despacio. Como queriendo eternizar el capotazo. El talento desparrama la esencia de un torero de divina condición que compite en una liga a parte, que no tiene ningún sucesor de momento. El arte no puede ser utilizado para fines materiales. El arte de Morante es exquisito. El arte de Morante crea un entorno de aguda pureza, de alma, de emoción, de expresión. A pesar de la ceguera de la sociedad, a pesar del caos actual, inconscientemente podemos rescatar un arte indómito: el arte de Morante.